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Mostrando entradas de julio, 2013

Memorias de Julio

Julio es un tipo ebrio que no le gusta hacerse cargo de responsabilidades pues sabe bien que sus cualidades no lo ayudan en ciertos aspectos. La responsabilidad no es una facultad que haya desarrollado muy bien, francamente. Pero cuando Julio canta, o hace sus artes, se siente feliz. No tiene nada, no ha florecido Julio, pero tiene su amor. El amor a sí mismo. Las flores llegarán pero Julio no será el mismo entonces. Cuando Julio canta se ilumina el cielo y llega, antes de lo prometido, un caluroso aplauso del Sol. Cuando Julio cree tener vacíos, sentir vacíos, no se equivoca, es que, aveces, sueña ser vacío también. Sueña no sentir Julio, para no sufrir. Su canto es vacío, pues no conoce cosas del tener, y muchas veces, tampoco del ser... Lo veo una vez al año a Julio, junto a su guitarra gris bajo un árbol. Un triste árbol de Lapacho donde escribe sus memorias rosas. Memorias de su corta conciencia. Frente al fin de su pensamiento habla con el árbol, Julio, amigo

Gris

Era blanca la mañana, o gris. Mi paleta de colores mental no está del todo cuerda. O tal vez soy yo. Cruzaba el puente cuando creía que el mundo terminaba en ese recorrido. En ese mezclado de cielo con río. En ese costado de amor con frío. Fueron entonces las luces (de un sol que no llegaba a vislumbrar) las que me hicieron caer en cuenta que nada es único, nada es propio en sí. Nada pertenecía a su cuerpo, nada pertenecía a su forma, a su masa, a su historia. Nada bebía de la certeza ni de la gloriosa verdad. Todo era un punto intermedio, o un sin punto. Todo yacía en un casi ser, o un llegar a ser. Todo carecía de Dios, o lo tenía a montones. Todo carecía de sonido y de gusto. El mismo río, el mismo cielo. En la mitad del puente, la mitad de todo. O la mitad de la nada. No había reflejo, no había 8 AM, no había pasado, no había lluvia. No había culpa ni húmedas angustias. Recordé una frase. La intermitencia domina. La ausencia ilumina. La carencia vigila. La inocencia del

Sobre tener y soltar

A menudo escuchaba los rezongos de personajes pasajeros en mi vida. Rezongos cuasi insoportables, habladurías malditas intentando captar atenciones. Tan vacías como el sentido de sus vidas. Aveces pienso, afortunado soy. No hay panes para todos en la tierra, claro está. Los dichos mal trechos por perder lo que , al menos para ellos, les pertenece. Este mundo te prepara para aferrarte. Aferrarte y apropiarte. ¿qué es lo propio, sino sólo los instantes que se brindan a los demás, a lo demás? Ese afecto, esa pasión, desbordada y dirigida. Es tan enfermo aferrarse. Querer que las cosas sean tan nuestras como nuestras pasiones. Es tan absurdo encerrarse y negarse a no vivir en el vértigo. Tan aburrido. ¿Aquel que tiene es realmente feliz? ¿Aquel que necesita puede ser feliz? ¿o, acaso, la felicidad no estará en aprender a vivir, sin tener, a vivir sin depender de lo que tenes? Pobre de aquél que mucho tiene y quiere tener mas... cuan infinita y desbordante será su angustia. Tener y soltar,